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“Lanzarote no es mi tierra pero es tierra mía”
La erupción del Timanfaya, la mano de César Manrique y la resiliencia de su gente. Maravillas de la isla que acoge Worldcanic.
El Premio Nobel de Literatura portugués, José Saramago, vivió en Lanzarote los últimos siete años de su vida, hasta 2010. Desde el municipio de Tías, en el interior, donde ahora está su Casa-Museo, el escritor fue testigo de ese algo que atrapa al visitante nada más llegar a la isla más septentrional del archipiélago canario. “Sus colores, su paisaje, sus tonos, su resiliencia”, comenta el chef brasileño Joao Faraco, que también llegó de nuevas para quedarse a vivir. “Lo dijo Saramago: ‘Lanzarote no es mi tierra pero es tierra mía’”. Así lo sentirán los congresistas de Worldcanic durante al menos los cuatro días que dure el congreso, tiempo suficiente para recorrer y conocer una isla con sitios, secretos y virtudes, una isla marcada por el Timanfaya, por su pasado prehispánica importado del norte de África, que aún mantiene yacimientos y restos, y por la huella sostenible que aportó a su despegue el artista local e internacional César Manrique.
Porque Manrique, el lanzaroteño más universal, explica el historiador Mario Ferrer, nació y creció en la isla y, aunque se fue después a Madrid y Nueva York a triunfar, nunca dejo de tener los pies en Lanzarote, “territorio en el que actuó para dimensionar con mensajes de sostenibilidad y turismo responsable”. Manrique, resume, “consigue que los lanzaroteños nos enorgullezcamos de nuestra tierra y la veamos de otra manera. Crea conciencia y legado”. Las palabras se entienden, por ejemplo, si se visita algunas de sus intervenciones más destacadas, caso de los Jameos del Agua, el Mirador del Rio o, incluso, el Hotel Meliá Salinas.
Jameos del Agua y el Mirador del Rio
Los Jameos del Agua es el primer Centro de Arte, Cultura y Turismo creado por César Manrique, y, para muchos, el paradigma de su ideario estético: la armonía entre la naturaleza y la creación artística. Situado en el extremo nororiental de la isla, se trata de una intervención para transformar lo que era el desplome del techo de un tubo volcánico en un espacio onírico, integrado, con un auditorio único en el mundo por sus características geológicas y condiciones acústicas. “Manrique nos enseñó a mirar al paisaje de otra manera”, recuerda Ferrer…
Otro ejemplo: el Mirador del Río. Situado a 400m de altitud en el Risco de Famara, es una las creaciones arquitectónicas más representativas de la isla, una atalaya erigida en las inmediaciones de los restos de una antigua batería militar desde la que contemplar la octava isla canaria, La Graciosa, acompañada por el conjunto de islotes que dan nombre al Parque Natural del Archipiélago Chinijo. El Mirador del Río muestra como pocos el entusiasmo del artista por integrar arte y naturaleza.
Hoteles con huella
La actuación de Manrique también llegó al sector privado, concretamente al Hotel Meliá Salinas de Costa Teguise. En este icono hotelero de la isla, inaugurado en 1977 y renovado recientemente, Manrique fue el encargado de dar forma al que probablemente es el espacio más especial y bonito del hotel: una inmensa piscina de más de 1.800m2. También se encargó del diseño de los jardines tropicales y de la decoración de algunas zonas del interior del edificio con frescos y esculturas. El Hotel Meliá Salinas ostenta el Premio Nacional de Arquitectura y ha sido declarado Patrimonio Artístico y Cultural de Lanzarote.
No tiene la huella de Manrique pero sí ostenta otro título, quizá aún más importante, el que le aferra a la isla. El Hotel Fariones, en Puerto del Carmen, fue el primer hotel turístico que se inauguró en Lanzarote (1966), dando el pistoletazo de salida al boom del turismo que desde entonces ha mantenido. Una anécdota al respecto -interviene Ferrer-: “Mi abuelo, cuando se empezó a levantar el hotel se preguntaba quién iba a venir aquí a pasar las vacaciones, que si estaban locos... Así era Lanzarote a mitad de siglo”. Los Fariones, que cuenta también con una piscina de efecto infinito en la cubierta desde la que contemplar las islas de Fuerteventura y la Isla de Lobos, acometió recientemente una reforma para convertirse en un lujoso hotel de 5 estrellas.
Una isla de resiliencia
El Meliá Salinas y Los Fariones son los dos hoteles estrella de la isla, por idea, servicios, historia y por haber seguido tanto en su erección inicial como en sus reformas posteriores la apuesta por la sostenibilidad que ha marcado el devenir de la isla. “Manrique dejó un mensaje claro de apostar por el turismo pero por uno de calidad, que repercuta en la isla, que genere trabajo pero que respete la tradición y la sostenibilidad inherente a una isla con recursos naturales limitados, que ha sabido históricamente gestionarlos bien”, comenta Ferrer.
Porque Lanzarote es una isla de resilientes, con una población que ha tenido que volver a empezar al menos en dos ocasiones: En 1618, cuando un ataque pirata se llevó al 20% de la población, y en 1736, tras los seis años de erupción del Timanfaya que afectó al 30% de la isla. A estos hechos se suma la lucha diaria de una población que, hasta la instalación de la primera desalinizadora de uso urbano de Europa en los 60, y que conllevó a la llegada del turismo, vivía anclada a la agricultura y a la pesca. Y la primera era y es posible, paradójicamente, gracias al mismo Timanfaya y su lava, que creó paisajes increíbles como los de la Geria, donde su cultivan en hoyos excavados viñas para un vino volcánico único.
El de la Geria es otro ejemplo de resiliencia y sostenibilidad, de aprovechar recursos y sentirse orgullosos. En Worldcanic, los conejeros –como se conoce a los habitantes de Lanzarote- lo volverán a hacer. Faraco lo resumía así: “Adoro esta gente. Hay muchos sitios en el mundo donde poder vivir y esta gente ha decidido hacerlo aquí”. Algo tendrá Lanzarote…