Joan Martí: “Sin los volcanes, no habría vida”

En el marco incomparable de los Jameos del Agua -una instalación sobre suelo volcánico de César Manrique que también situaba-, el vulcanólogo, “aunque no me guste ese palabra”, Joan Martí, director de Geociencias Barcelona del CSIC, definía y marcaba los parámetros del congreso, alertando sobre una necesidad: “Invertimos mucho dinero en explorar el espacio y poco en lo que tenemos aquí, bajo nuestros pies”.

Martí, contento de estar en Lanzarote, “una de las joyas de la vulcanología”, empezaba describiendo los volcanes como “lugares de la superficie terrestre donde parece roca fundida o magma”, construcciones naturales fruto del movimiento de la Tierra, “porque nuestra planeta está vivo y se mueve, y lo que pasa en La Palma puede tener algo que ver con lo que está pasando por ejemplo en Indonesia”.

Marcado el contexto, Martí certificaba: “Sin volcanes no habría atmósfera ni habría vida. Cerca de los volcanes siempre se asientan poblaciones. Será por algo”. Poblaciones que saben de los efectos adversos de los volcanes, “pero que priorizan los ricos recursos naturales que los volcanes proveen”.  El geólogo no rehuía los efectos negativos, “que los hay, pero que muchos pueden evitarse con una buena planificación, pidiendo a los Gobiernos nos dejen actuar y nos escuchen”.

Porque, recordaba, “los volcanes siempre avisan antes de entrar en erupción. Pueden ser con tres días o con tres años vista, pero siempre avisan, por lo que es importante estar atento para avanzarnos y que el impacto no sea importante”. Efectos negativos en la vida de las personas, también en la vida económica en general, ya que por ejemplo la ceniza –recordaba- “impide el buen funcionamiento de las turbinas de los aviones y la actividad aérea en general”.

Martí ha finalizado su presentación recordando algunas de las erupciones más importantes de la historia de la humanidad, y su impacto en el devenir de la misma, como la mayor en suelo europea (del volcán Laki de Islandia, en 1783, “que produjo un invierno nuclear por dos años y se comenta que pudo ser el detonante de la Revolución Francesa”), la segunda mayor (la del Timanfaya lanzaroteño en 1730), la del Pinatubo (Filipinas, 1991, que bajó la temperatura mundial medio grado el año siguiente) o la del Vesubio, en el año 79. Esta última, “muy famosa y recordada, pudo no serlo tanto ya que la población notó algo días antes y abandonó la ciudad, pero las autoridades les hicieron regresar”, explicaba Martí.

Un ejemplo más, el del Pompeya, “de que se puede convivir con volcanes si se les escucha”, explicitaba el geólogo catalán. Worldcanic debe servir para alzar la voz sobre ello. 

Inauguración de Worldcanic Lanzarote

Martí ha celebrado su ponencia tras la inauguración oficial del congreso, que han llevado a cabo el consejero de Cultura del Cabildo de Lanzarote, Alberto Aguiar, y del director general de Vocento Gastronomía, Benjamín Lana, quien se ha congratulado por “fijar en Lanzarote el espacio de encuentro de los territorios volcánicos del mundo”. Lana elogiaba a los habitantes de esos territorios, “ejemplos de vida en comunión con el entorno, ejemplos de  resistencia y modelos para la sostenibilidad global, como lo es Lanzarote”, que hablaba en la inauguración en boca de Aguiar. 

El consejero de Cultura del Cabildo también se alegraba de la celebración de Worldcanic en Lanzarote, “ejemplo de que la vida puede volver a brotar después de un gran desastre natural”. Con un mensaje de solidaridad con La Palma, “isla a la que debe ser útil este congreso”, Aguiar se despedía animando a los congresistas a que disfruten de la isla teniendo en mente que “los sistemas volcánicos no solo albergan fuego y lava, sino que tienen gran potencial para el desarrollo de la vida”.