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Frédéric Lécuyer defiende la importancia del conocimiento de los volcanes
Frédéric Lécuyer, vulcanólogo caracterizado por haberse convertido en uno de los mayores divulgadores de este fenómeno natural, ocupó el escenario de Worldcanic para hablar de su experiencia a lo largo de su trayectoria profesional.
Lécuyer explica como una noche de 1984, en una de las cimas de un volcán, se dio cuenta de que el interés que él sentía por este fenómeno terrestre sería su profesión. Desde entonces, Frédéric no ha cejado en su empeño no solo por ahondar más en su estudio sino también en divulgar su conocimiento ya sea a través de la enseñanza o de la publicación de artículos y libros. Uno de los más conocidos es Volcanes (Tikal Ediciones) traducido a siete idiomas, entre ellos el español. La obra hace un recorrido por los volcanes más clásicos, pero también por los más cercanos en tiempo y está salpicada con explicaciones sencillas sobre vulcanología.
En su recorrido profesional, el experto destacó su participación en la creación de uno de los museos más grandes del mundo sobre volcanes y como desde la visión científica se pueden generar diversas líneas de acción en torno a este fenómeno natural. “Hay que ser claros, profesionales, explicar cómo y por qué los volcanes existen”. Frédéric señalaba como en Costa Rica, un país donde se han identificado más de un centenar de focos volcánicos, la gente sentía miedo ante ellos. La solución fue desplazar a una serie de psicólogos a los colegios para enseñar a los niños qué era peligroso, qué no, cómo se podía actuar… Aprendizaje que fue acompañado de libros. De hecho, el especialista comentó cómo en el momento de las erupciones, los adultos aterrorizados eran calmados por estos mismos niños.
Otro de los aspectos que destacó es el trabajo que se realiza desde los observatorios donde los técnicos suelen ocuparse de controlar los movimientos sísmicos de la tierra. “Indonesia es uno de los países con más volcanes del mundo. Normalmente, hay un técnico que enseña al más joven. Una vez me encontré a uno de ellos, en otro país, fuera de su observatorio habitual. Cuando le pregunté qué hacía allí, respondió que estaba ayudando a las personas que no conocían cómo funcionaba un volcán. Y esa es una buena práctica para aprender, es intercambiar conocimiento, experiencia”. Al hilo de ello, demostró con un ejemplo cuán importante es que exista una persona que conozca bien el tema en estos observatorios. Según relataba, en uno de sus viajes en 2002 un especialista le explicó que de los dos empleados que trabajaban en uno de los observatorios, el que más sabía, se puso enfermo y se quedó en casa. Cuando llegó el ayudante al trabajo, observó que el sismógrafo se movía como loco y como nunca lo había visto así y no sabía interpretar qué significaba, paró la grabación. Horas después, la vecina del técnico enfermo, tocaba a su puerta porque uno de los volcanes había entrado en erupción y la cola de humo se izaba varios km. Fue entonces, como el especialista corrió al observatorio para ver qué ocurría. “Ahora lo contamos entre risas, pero esto demuestra lo relevante qué es que haya profesionales en estos puestos de trabajo. En Indonesia tienen mucha experiencia para ofrecer ayuda”, apuntaba.
De La Palma también habló. Relató cuánto había aprendido y lo que le había sorprendido lo rápido que había cambiado su forma. “Cada vez que visito un volcán aprendo algo nuevo”, señaló este especialista con casi cuarenta años de experiencia. Y añadió “es muy importante observar estos cambios y si son peligrosos o no. Es una manera de decirle a la población si debe reaccionar o no”.
Lécuyer manifestó que la vulcanología es un servicio público durante los momentos críticos pero que también es importante saber anticiparse. Y finalizó recordando la frase que el director del servicio de vulcanología de Indonesia le dijo en 2011 “me da igual el isotopo del magma del volcán, yo lo único que quiero saber es cuándo será la erupción del volcán y cuánto durará”.